Pixies - Bossanova

Pixies - Bossanova

A ver. Cómo hago. Hablar de los Pixies no es fácil, no señor. Preparate a leer cosas raras, exóticas.

El motivo que tengo en este momento para incluír aquí a una de mis bandas preferidas de todos los tiempos es que estoy fascinado escuchando todos los recitales de la gira de reunión que empezó hace un mes (la cual no incluye, por lo menos durante el 2004, ninguna fecha en algún lugar aunque sea medianamente cercano a mi lejano país). Yo empecé a escuchar a los Pixies casi al mismo tiempo que salía su último disco y que se separaban. Y por años maldije que jamás iba a poder verlos en vivo. Bien, ahora han vuelto y la esperanza renace pero igualmente tendré que esperar un milagro.

A decir verdad, cuando escuché el año pasado que el gordo Francis estaba rearmando la banda, me asusté y me pareció un tanto patético. A veces uno tiende a pensar que las cosas intensas y fugaces pertenecen al pasado en el que sucedieron y que al traerlas al presente sus falencias pueden quedar al descubierto y la magia de la memoria estropearse definitivamente. Sin embargo aquí estoy, escuchando los nuevos conciertos (que se consiguen con una calidad de audio excepcional gracias a que están siendo grabados por DiscLive con sonido de consola) y es una alegría enorme comprobar que a veces la memoria no miente en absoluto.

Hace 13 años que los Pixies no existen. Una vez editado Trompe Le Monde, Black Francis dijo basta y la herencia de esas canciones y ese sonido se esparció como un virus por mucha de la música de los 90s y los 00s. Famosísimos músicos les afanaron, les hicieron covers, los homenajearon, se declararon fanáticos y se inclinaron ante ellos. Hoy, los Pixies están tocando otra vez esas canciones que ya tienen 15 años y suenan más modernos, peligrosos, incontrolables y anárquicos que toda su descendencia. No hay un sólo segundo de esos recitales que sólo se justifique con la melancolía. La música de los Pixies es absolutamente atemporal y nadie podría imaginar que canciones como Vamos, River Euphrates o Bone Machine fueron compuestas a fines de los 80s.

Francis está más gordo que nunca y sigue gritando como un perro rabioso. Kim está hecha una vaca grosera, le pifia al bajo que da gusto y su vocecita sigue derritiendo corazones. Lovering aún mantiene su actitud de autómata overclockeado*, castigando la batería con el ritmo de una máquina recién aceitada. Santiago despliega su estilo patentado y sigue provocando un no-lo-puedo-creer aunque uno haya escuchado miles de veces a su guitarra llorona, borracha y desesperada. Y los Pixies, todos juntos, son únicos e inmejorables.

En última instancia, esta nueva gira es un llamado de atención. Para los fans de antes, para que recordemos que, por más que hayamos escuchado discos excelentes durante estos 13 años, los Pixies serán siempre una de las mejores cosas que nos dio la música. Y para los que sólo los conocían de nombre y como una banda de culto, para que se maravillen por primera vez con la música de estas cuatro bestias alocadas.

Elegí Bossanova porque es uno de los discos que más adoro no solo de los Pixies sino de todos los discos que escuché en mi vida. Quizás Surfer Rosa o Doolittle sirvan mejor a modo de introducción, pero a Bossanova le tengo un cariño infinito.

¿Y ahora? ¿Francis se volverá a llamar Francis? ¿Se animará a componer un puñado de cancioncitas nuevas para los Pixies?

Bueno, ya está.

* (jamás se me hubiera ocurrido este adjetivo hace unos cuantos años y sin embargo ahora es tan descriptivo)