Interpol - Interpol

Interpol - Interpol

Cuando vi que había un nuevo disco de Interpol, sencillamente no pude parar hasta escucharlo. Fue ahí cuando me di cuenta de que esta banda ya pasó de gustarme mucho a ser una de mis preferidas de todos los tiempos. Hay algo en ellos, que no logro identificar, que los hace tan contundentes dentro de mi cabeza, que los hace crecer tanto cada vez que los escucho. Quizás la voz de Paul Banks, de impecable e hipnótica monotonía. Quizás el espíritu de Joy Division en esas paredes de riffs y ese bajo agudo y taquicárdico. O quizás el imperturbable espíritu de funeral eléctrico con el que ejecutan cada melodía, el clima sórdido, la manera dogmática en la que evitan dar un solo respiro para escapar de la agobiante solemnidad.

Además, los Interpol tienen la habilidad de evitar recrear un sonido antiguo para, en cambio, ser parte de él. Por eso, escucharlos no es recordar viejos tiempos sino simplemente continuarlos, y de la mejor manera. Por ejemplo, las letras no son frescos esquizofrénicos acerca de la pérdida de la esperanza sino íntimas historias amorosas, que en principio parecen pensadas para sonar de otro modo y que sin embargo, en la garganta de Banks, adquieren la contundencia de la absoluta naturalidad.

Turn On The Bright Lights, Antics, Our Love To Admire y ahora Interpol. Cuatro discos hermosos, perfectos. No se si Interpol es una banda para cualquiera, porque tienen un estilo muy definido y ecléctico. Pero si sos una de esas personas a las que esta música lo puede, sabés perfectamente el placer que da el escucharlos.